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Soy tan bueno en Matemáticas...

…que voy a ganar el Nobel. Cualquier persona que se dedique a la Física, a la Química o a la Medicina –incluso a ciencias afines a éstas– puede ganarlo, así que yo también quiero. ¿Lo tengo fácil, difícil o imposible?

Pues te diré que imposible. Al menos en Matemáticas. Si se te dan muy bien las Matemáticas, el profesorado lo valorará, tu familia estará muy contenta con tu rendimiento y podrás pasar muchos y muy buenos ratos divirtiéndote con retos para tu cerebro, pero no te darán un Nobel por ello. No existe el Nobel de Matemáticas. Puedes ganar un Nobel como reconocimiento a una contribución excepcional en los campos de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura, Economía y Paz. Pues vaya, las Matemáticas no están en la lista. ¿Por qué?

Para empezar, viajemos en el tiempo (y en el espacio) hasta la Suecia de 1833, año de nacimiento de Alfred Nobel. Nacido en una familia de ingenieros, tras una vida plagada de logros empresariales y nuevas patentes que no comentaremos aquí, en su testamento instaura con su fortuna un fondo con el que se premiaría las mejores contribuciones a los campos antes citados. Hay quien sostiene, de hecho, que la creación de los premios fue la manera que tuvo Nobel de compensar de algún modo a la sociedad por el sufrimiento que causó su otra gran aportación: la dinamita. Bueno, en general tuvo varias aportaciones a la industria militar, pero ésa fue una de las principales, y sin duda la más conocida.

Existe actualmente una teoría bastante popular y curiosa que da una explicación a la ausencia de las Matemáticas en el listado. Según una idea muy extendida, Alfred Nobel no instauró el reconocimiento a las Matemáticas para que no pudiera ganarlo un reconocido matemático que habría tenido una amistad algo especial con su mujer. Pero esto parece ser rotundamente falso. En realidad, Nobel no se casó nunca, así que no parece sencillo que la afirmación sea verídica. La explicación real es mucho más simple: Alfred Nobel no creó un premio en Matemáticas porque no quiso. Quizá esta argumentación sea algo decepcionante, pero es lo único que puede asegurarse que es totalmente verídico.

A partir de aquí empiezan las elucubraciones. Es posible que Nobel no concediera tanta importancia a las Matemáticas al haber desarrollado una carrera fuertemente orientada a las aplicaciones prácticas del conocimiento. En ese sentido, las Matemáticas únicamente tendrían valor como lenguaje o como elemento de apoyo a otras disciplinas.

Como puedes imaginar, somos muchos los que no compartimos esa visión. Existen multitud de premios que puede conseguir un matemático hoy en día, y en otra entrada nos ocuparemos de ello. Por hoy, basta con que nos quedemos con la idea de que, aunque las Matemáticas no tengan Nobel, merece igualmente la pena cada minuto que dediquemos a trabajarlas. No será tiempo desperdiciado.

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