El Teorema de Pitágoras y la vida real
Había una vez un grupo de tres amigos: Alex, Bea y Cristina, que eran conocidos en su pueblo por ser curiosos y amantes de los desafíos matemáticos. Un día, mientras exploraban los campos cerca de su casa, se encontraron con un estanque rectangular rodeado por un muro alto.
Alex, el más curioso del grupo, observó que si caminaban diagonalmente desde una esquina del estanque hasta la esquina opuesta, la distancia que recorrían era más corta que si caminaban directamente a lo largo de los lados del estanque. Esto los dejó perplejos y decidieron investigar más a fondo.
Bea sugirió medir los lados del estanque para resolver el misterio. Después de tomar las medidas, encontraron que un lado tenía una longitud de 3 metros y el otro lado medía 4 metros. Entonces, Cristina, que era un poco más conocedora de las matemáticas, recordó el Teorema de Pitágoras.
Con una sonrisa, Cristina les explicó que podían usar el Teorema de Pitágoras para resolver el enigma. Según el teorema, en un triángulo rectángulo (un triángulo con un ángulo de 90 grados), la suma de los cuadrados de las longitudes de los dos catetos (los lados que forman el ángulo recto) es igual al cuadrado de la longitud de la hipotenusa (el lado opuesto al ángulo recto).
Aplicaron el teorema a su situación, donde los lados del estanque formaban los catetos y la diagonal era la hipotenusa. Planteando la ecuación: 3^2 + 4^2 = c^2, donde "c" es la longitud de la diagonal, calcularon que c^2 sería igual a 25, lo que significa que c sería 5 metros.
¡La distancia que recorrían caminando diagonalmente era exactamente 5 metros! Quedaron impresionados al ver cómo el Teorema de Pitágoras les permitía resolver el misterio detrás de esta aparente paradoja y entender mejor la relación entre las longitudes en un triángulo rectángulo. Desde entonces, siempre recordaron esa aventura como el día en que aplicaron el famoso Teorema de Pitágoras en la vida real. Ana I. Rojo
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